jueves, 28 de mayo de 2015

Doña Amparo

Doña Amparo es la mamá de Obdulia Fernández de Rulo, tiene 63 años pero no los aparenta (y menos aún los aparentaría si no se empeñase en llevar una vestimenta del Pleistoceno).

Ella cree que esta ventaja de su aspecto se debe a que se tiñe el cabello puntualmente cada primero de mes y cuida muy bien de su ropa y su peinado. Pero lo cierto es que le viene de familia, pues tanto su progenitora como su abuela y todas sus tías por parte materna han sido mujeres a las que se les ha echado siempre menos edad.


Desde muy joven y hasta que fue madre por vez primera, trabajó duramente como empleada de hogar en casas ajenas.

 

Esa fue una etapa que ella recuerda ahora con mucho cariño, pues con su sueldo ayudaba a su familia —de origen muy humilde— y después, ya una vez casada, a la economía de su hogar. Cuando nació Obdulia abandonó esos trabajos para dedicarse a su propia casa y a la educación de los hijos.

A doña Amparo le hubiese gustado tener 3 o 4 criaturas, aunque finalmente sólo pudieron ser dos niñas las que trajera al mundo, con apenas dos años de diferencia entre ellas. A pesar de que las quiere con locura a ambas, sin duda tiene predilección por la pequeña, ya que se parece a ella en todo y comparten una relación más estrecha. Con la mayor, sin embargo, se siente muy en deuda, pues debido a su carácter autoritario y excesivo de años atrás, la hizo pasar por cosas que ahora le parecen tonterías y de las que se arrepiente mucho.

Una de las actividades que más agrada a doña Amparo es salir de vez en cuando con su esposo a tomar un refresco. En las noches primaverales o veraniegas, suelen acercarse a la plaza Joaquina de Vedruna (cerca de donde vive su hija mayor) y sentarse en la terraza del Café de Eladio a charlar de sus cosas.


Pero lo que sin duda llena la vida de doña Amparo son sus 5 nietos, de los que se siente tan orgullosa que cada vez que se juntan todos no pierde ocasión de sacarse una foto de grupo con ellos para poder presumir después ante sus amistades.


Se podría decir que doña Amparo es una buena mujer a la que le importan mucho las formas. Y aunque con la edad se le va suavizando la intransigencia que en otros tiempos la llevó a equivocarse con algunas personas, todavía a veces cae en la crítica innecesaria y la falta de caridad. Por suerte, es un defecto que ella misma trata de corregir día a día.

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