Algunos dicen que esta afición suya le viene dada por su apellido, pero no sabemos si esto es así o sólo fruto de la casualidad.
Adolfo vive muy cerca de un parque natural llamado Montenegro y a él acude varias veces en la semana. Suele encaramarse con mucho entusiasmo a las cimas más altas y desde allí disfrutar de las vistas que ofrece el lugar.
Para nuestro amigo no existe senda que no pueda ser caminada ni piedra, por grande que sea, que constituya un obstáculo a su afán aventurero.
Entre árboles, tejones y pájaros, Adolfo Altobosque es feliz.
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